
El día de hoy me encontraba en mi clase de Geografía Económica aplicando una evaluación de contenidos y comencé a aburrirme, así que decidí buscar entre las curiosidades que tengo en mi computadora y me encontré con un extraordinario artículo de Gregory N. Mankiw, titulado: “Defending the one percent”, el cual se publicó en el volumen 27, número 3 del Journal of Economic Perspectives.
Resulta que el autor se da a la tarea de escribir un excelente ensayo, de una cuantas cuartillas (14), en el que a diferencia de otros economistas trata y lo logra en buena parte, de entender la situación de desigualdad personal que existe en el mundo. Su misión no es sencilla, busca defender a los más ricos del mundo, particularmente de los Estados Unidos de Norteamérica de los ataques que reciben de autores o personas que persiguen un mundo más igualitario, lo que en principio suena bien, pero ya no tanto conforme se avanza en la lectura del artículo.
Inicia imaginando un mundo perfectamente igualitario y lo cito:
“Imagine a society with perfect economic equality. Perhaps out of sheer coincidence, the supply and demand for different types of labor happen to produce an equilibrium in which everyone earns exactly the same income. As a result, no one worries about the gap between the rich and poor, and no one debates to what extent public policy should make income redistribution a priority. Because people earn the value of their marginal product, everyone has the appropriate incentive to provide the efficient amount of effort. The government is still needed to provide public goods, such as national defense, but those are financed with a lump-sum tax. There is no need for taxes that would distort incentives, such as an income tax, because they would be strictly worse for everyone. The society enjoys not only perfect equality but also perfect efficiency.”
Pero, en este mundo perfecto se pregunta qué ocurre cuando alguien gana más a causa de su talento:
“Then, one day, this egalitarian utopia is disturbed by an entrepreneur with an idea for a new product. Think of the entrepreneur as Steve Jobs as he develops the iPod, J. K. Rowling as she writes her Harry Potter books, or Steven Spielberg as he directs his blockbuster movies. When the entrepreneur’s product is introduced, everyone in society wants to buy it. They each part with, say, $100. The transaction is a voluntary exchange, so it must make both the buyer and the seller better off. But because there are many buyers and only one seller, the distribution of economic well-being is now vastly unequal. The new product makes the entrepreneur much richer than everyone else.”
Esto, de acuerdo con el profesor Mankiw, conduce a sendas preguntas: 1) ¿De qué forma esta ola de emprendedurismo en una sociedad inicialmente igualitaria afecta la política pública?, 2) ¿La política pública debe permanecer igual, porque la situación inicial era aceptable y el espíritu emprendedor mejoró todo para todos?, 3) ¿O deben las autoridades rechazar la nueva situación de desigualdad y usar sus atribuciones para imponer impuestos y dar transferencias que conduzcan nuevamente a la situación inicial?
Para responderlas, como es costumbre en la economía y en todas las ciencias sociales, busca en la literatura e indaga las explicaciones que se han dado a la desigualdad, las cuales, concluye, son todas insatisfactorias, ya que se centran en su mayoría en factores de eficiencia, dejando de lado la parte filosófica que encierran las preguntas planteadas. No obstante, si han existido avances, y los presenta. Comienza rechazando la idea según la cual una sociedad desigual es una sociedad ineficiente, argumenta que una economía necesita una buena asignación de talento si quiere funcionar adecuadamente y dicha asignación puede ser en el marco de distribuciones desiguales del ingreso. Lo importante es que quienes tengan mayores recursos actúen en un marco socialmente productivo.
Debe destacarse que sus reflexiones contrastan con las sostenidas por Joseph Stiglitz en “The Price of Inequality”, ya que para el profesor Gregory Mankiw, los que son más ricos, lo son por su contribución y talento, no por la búsqueda de rentas y cercanía a la clase política. Por supuesto, el trabajo estudia la dicotomía entre eficiencia e igualdad propuesta por Arthur Okun y atiende a las raíces del utilitarismo para enfrentar las preguntas iniciales de investigación. También hace mención y parece estar de acuerdo, con la importancia de vivir en una sociedad donde se premie el mérito y el esfuerzo, lo que lleva a una clara retribución desigual en función del esfuerzo realizado. Finalmente, analiza los postulados de la izquierda para gravar a los más ricos y concluye que se basan en premisas falsas. Les propongo que lean el artículo y sean ustedes quienes saquen conclusiones, por lo pronto seguiré reflexionando sobre este asunto.
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