Como lo adelantaba en abril del 2018, Andrés Manuel López Obrador se convirtió en Presidente de México, con lo que finalmente la izquierda tendrá la oportunidad de hacer gobierno a nivel federal, podremos ver si llevan a cabo lo que desde la oposición señalaban, o se convierten en una anécdota histórica más que suma a nuestro México bizarro.
Tras consumarse la victoria, toca analizar la política económica que propusieron en campaña y que se cristalizará en diciembre, cuando tengamos acceso a los Criterios Generales de Política Económica para 2019 y el paquete económico propuesto. De entrada, considero que existen dos escenarios, en el primero AMLO engañó a todos y encabeza un gobierno convencional que en lo económico se guía por una política monetaria y fiscal centradas en el control de la inflación y la creación de una aparente estabilidad de las finanzas públicas que únicamente beneficia a la clase burocrática y a los grupos cercanos a las más altas esferas del poder político.
El segundo escenario es el que todos esperamos, que fortalezca la hacienda pública federal y que el Estado recupere la rectoría del desarrollo económico. Al revisar tres documentos publicados por él y su equipo de trabajo (Proyecto de nación 2018-2024, Pejenomics vol. 1 y Pejenomics vol. 2) es suficientemente claro que la apuesta consiste en fortalecer el Estado como promotor del crecimiento económico y empleo, su propuesta se centra en la política fiscal, ya que todo indica que se respetará la autonomía del Banco de México y por tanto este organismo continuará determinando la política monetaria.
Respecto a lo que estamos exponiendo, si se le pregunta a un economista ortodoxo, seguramente no estará de acuerdo con el nuevo curso anunciado de la economía, pero su opinión no puede valorarse mucho, ya que muchos de estos especialistas son parte del gobierno y lo han sido por décadas, al menos treinta años y los resultados son claros, bajo crecimiento económico, salarios reducidos, desigualdad creciente, miseria absoluta y para colmo de males inseguridad desbordada producto de una descomposición del tejido social asociada a un mal diseño de la política social. En este sentido, el “pueblo” como dice AMLO, es sabio y decidió hacerlos a un lado. El riesgo como he dicho es que AMLO solo sea un demagogo experto en el engaño, pero dejemos esto fuera por ahora y ampliemos el segundo escenario, según el cual el nuevo Presidente representa el inicio de una nueva transformación positiva para México.
Su modelo económico estará basado en el combate a la corrupción y la eliminación del dispendio público, lo que me parece a todas luces afortunado. De especial relevancia es que se ha anunciado que no se contratará nueva deuda pública, no se crearán nuevos impuestos y a los existentes no se planea incrementarlos, todo parece bien, pero se enfrenta a una restricción presupuestal clara, ya que también propone incrementar la inversión pública y realizar al menos 30 megaproyectos públicos en conjunto con la iniciativa privada, eso sin considerar la presión que ejercen las pensiones, la deuda contratada en el pasado y los “esqueletos en el closet” que él y su equipo de trabajo en el área de economía encontrarán (al dejar la oficina el tristemente célebre Enrique Peña Nieto). Además, debe considerarse que, aunque tiene una mayoría en el Congreso Federal, muchos de estos nuevos diputados y senadores son los mismos viejos prillos o pan-pillos de siempre, disfrazados ahora de morenistas, de izquierda, lo que seguramente será obstáculo para implementar cambios y reformas a favor de los más humildes y de la clase media.
Mucho de lo que aquí apunto, está sujeto a un análisis técnico fino, pero con estos apuntes pretendo que los lectores se sientan motivados a profundizar en algunos de mis dichos. Les comento esto, porque en el mundo científico al que pertenezco esta clase de textos difícilmente se tomaría en cuenta, ya que toda afirmación debe sustentarse y los científicos sociales privilegiamos la especialización para no hablar de muchos temas y al final de nada.
Regreso, AMLO sugiere que anualmente la hacienda pública tendrá fuentes adicionales de recursos, por los siguientes medios: 1) reducción de los sueldos de los altos funcionarios; 2) reducción del número de plazas en la burocracia; 3) eliminación del seguro de gastos médicos mayores y que los funcionarios de alto nivel usen el ISSSTE; 4) control de los bonos a los funcionarios; 5) no más compras de vehículos nuevos para funcionarios del alto nivel; 6) cancelación del gasto en gasolina para funcionarios; 7) gasto racional en compra de vehículos para usos administrativos; 8) gasto racional en combustible para usos administrativos; 9) gasto racional en refacciones y mantenimiento; 10) reducción del gasto en comunicación social; 11) eliminación del gasto en comidas de servidores públicos; 12) gasto racional en congresos y convenciones; 13) reducción del gasto en viajes; 14) gasto racional en equipos de cómputo; 15) reorientación del gasto público federal a proyectos de alto impacto; 16) regulación de fideicomisos y eliminación de muchos de ellos; 17) obtención de mejores condiciones de compra de uniformes y vestuario; 18) búsqueda de mejores condiciones para compra de suministros; 19) mejores condiciones para la adquisición de servicios y 20) uso racional de los servicios básicos como agua, luz, gas y electricidad.
Con las medidas anteriores, el nuevo gobierno prevé que se ahorrarán más de 400 mil millones de pesos, cantidad nada despreciable que ayudaría a reducir el déficit del balance público para el 2019 y de seguir así, en los siguientes años. En cuanto al gasto, se menciona poco de forma precisa, pero es crucial que los nuevos proyectos de inversión se autoricen sobre criterios de rentabilidad privada y social y que se de mantenimiento y finalización a las obras en proceso. El Estado mexicano efectivamente tiene que pasar del dispendio a la austeridad y buen uso de los recursos que sabemos son escasos. La imagen de austeridad que ha venido dando AMLO desde ahora, parece refuerza nuestro segundo escenario, según el cual el nuevo Presidente es parte de una transformación positiva en la forma de hacer gobierno.
No quiero extenderme, por dos razones, para no hacer esto demasiado largo y tedioso y porque se necesita profundizar y prefiero hacerlo en documentos técnicos que se publican en revistas científicas y difundo por medio de este portal y redes sociales. Solo quiero señalar que a diferencia de otros gobiernos, AMLO propone recuperar la política industrial activa y fortalecer las empresas mexicanas de todos los tamaños para crear una base productiva nacional que pueda ayudar a solventar los estragos causados por el entorno internacional. También se plantea continuar con las negociaciones para lograr un TLCAN 2.0 que esté en línea con el desarrollo productivo que necesitamos.
Aunque en los documentos se menciona que se buscará reducir las disparidades regionales, no se indica si se continuará el proyecto de Zonas Económicas Especiales en el sur de México. En lo que refiere a la frontera norte se propone crear una zona franca, la que es deseable para la ciudadanía y los inversionistas, pero inviable económicamente si se reconoce que no pueden perderse ingresos tributarios, la creación de dicha zona contempla una reducción del ISR a empresas e IVA del 12%, así como una extensión geográfica de la zona fronteriza. Para este como muchos temas, esperamos que el gobierno convoque a un debate sobre la base de una propuesta técnica, cosa que no ha ocurrido. Incluso puede suceder que en enero 2019, los fronterizos despierten con un IVA e ISR reducido, lo que será muy bueno para nosotros (me incluyo porque aquí vivo), pero para el conjunto nacional puede ser un problema, ya que no veo por ahora, a pesar de la austeridad señalada, forma de compensar la caída en ingresos tributarios que representarían dichas medidas.
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